Allá se la ve. Andar despreocupado. Llega en pijama. No es un eufemismo. Irrumpe en escena enfundada en una ropa de cama bellísima, de una seda que -si no estuviese impregnada de un estampado furioso- se la podría percibir como una continuación de su propia piel, etérea hasta la fragilidad.